Saturday, March 31, 2007

Unidad solidaria

Unsol .

Supongamos que una Administración subsidia la celebración de una prueba hípica. Se trata de un deporte muy popular, al menos para quien puede costearse el mantenimiento de un caballo de competición. Es comprensible que se subsidie, sea transfiriendo dinero –subvenciones-, sea dejando de cobrar servicios públicos –p.e. el salario de los guardias que tienen que ordenar el tráfico-, sea prestando el uso de instalaciones públicas a precios irrisorios –pabellones, zonas de aparcamiento, ...-.

Supongamos que una Administración dedica 100.000 euros a este evento. Su justificación siempre es esotérica. Una legión de consultoras estará dispuesta a firmar, por un módico precio, que ese dinero moviliza el triple en el turismo. Por si acaso alguien riguroso llega a hacer la cuenta, siempre quedará el recurso a justificarlo invocando lo “intangible” –la imagen, la proyección, el prestigio, la marca-ciudad marca-país, ...-.

Cuentos, no cuentas. Esto es pura y simplemente dilapidar y malversar. Cuando en la misma ciudad donde se derrochan esos 100.000 euros, subsidiando a quienes poseen caballos de competición y sus cohortes de aduladores, existen decenas si no centenares de ancianos desasistidos, enfermos crónicos abandonados, mujeres y hombres cuidadores de aquellos encadenados a su angustiosa existencia, ese dispendio conspicuo casi resulta eugenésico o genocida.

Mientras no lleguen los recursos públicos para atender hasta la última demanda social prevalente, tampoco puede tolerarse esta irresponsabilidad financiera. La Utilidad Social Marginal (USMa) de cada euro público arrojado al evento hípico es nula, e incluso la tradicional Utilidad Marginal que puedan experimentar los propietarios de los caballos será igualmente nula.

Entonces, ¿por qué se dilapidan tantas pequeñas partidas presupuestarias que, juntas, hacen un buen puñado de medios? Por lo general, a causa radica en la pueril vanidad o la oscura soberbia de quien, con su firma, puede ordenar gastar en esto antes que invertir en felicidad o bienestar de conciudadanos maltratados por la edad o la biología.

La condición de prevalencia comunitaria en la asignación de los recursos presupuestarios exige su visualización. Lo exige, de modo especial, para que los propios gestores experimenten la satisfacción del deber bien hecho. Tal vez entonces puedan comprobar lo remuneratorio que resulta construir la solidaridad frente al fugaz sentimiento de vanidad o soberbia que les proporciona ser fotografiados con el dueño de una cuadra de corceles que, por lo general, los ninguneará.

Esos 100.000 euros pueden convertirse en bonos públicos, que reflejasen el gasto hípico que se ha dejado de hacer para atender la inversión comunitaria alternativa. Podríamos obtener así 1.000 bonos de 100 euros. A cada bono de estos lo podemos bautizar como “unidad solidaria” o “Unsol”.

¿Qué se puede hacer en una ciudad con 1.000 unsoles hípicos? Pues, por ejemplo, con 5 ó 6 unsoles bastaría para permitir que un anciano impedido pudiese ser atendido en el aseo, ayudando también a su hijo o hija que le cuida, en vez de aguardar en la lista de espera con excusas burocráticas de todo tipo. Sólo con esta medida, 20 ancianos en análogas condiciones serían algo menos infelices. Su USMa y la de sus cuidadores familiares sería infinitamente mayor que la del propietario de una cuadra de yeguas.

Quien dice eso, también puede decir apoyar a las familias con pocos recursos que tengan algún niño celíaco, condenadas a soportar unos sobrecostes alimentarios exagerados. Con 20 unsoles hípicos podría bastar para que un niño celíaco no tuviese que soportar esa discriminación. Es decir, si en vez de derrochar 100.000 euros en caballos y caballeros se destinasen esos recursos a niños celíacos, haríamos más felices a 50 criaturas y a sus familias, es decir, a una media de 200 ciudadanos.

De esta forma, para asentar y afianzar la cultura de la solidaridad comunitaria en la gestión de los recursos públicos, sería muy importante que los beneficiarios de cada unsol pudiese identificar cómo y de dónde nace. Cada bono unsol debiera ser canjeable en dinero, de manera que quedase la más completa trazabilidad desde su origen hasta el destino final.

La eficiencia solidaria en la asignación de los recursos públicos requiere este rigor simbólico de conversión de gasto ineficiente en bonos solidarios o ejemplares de unsol. Esos recursos son limitados, pero no así la USMa que pueden generar en la comunidad, y el creciente índice de Felicidad Interior Bruta (FIB).

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